10 de abril de 2012

Descubriendo a Jefferson

 Una de las cosas maravillosas de la biblioteca de Colorado State  es que puedes ver los libros en las estanterías. Buscando otra cosa me encontré con el libro de Matsuura Jefferson vs the patent troll (2008, University of Virginia Press). Como habréis visto, la inspiración  de este blog viene a través de la Constitución de EEUU, que establece la protección de la propiedad intelectual para garantizar su función social, así que saber algo de Jefferson no venía mal. Todo lo que sigue es una paráfrasis del libro de Matsuura.

Jefferson (1743-1826), orador no brillante pero buen escritor, fue quien redactó el borrador de la Declaración de Independencia de EEUU. Era un ilustrado, inventor, políglota y liberal. Fue embajador en Francia durante la revolución,y allí intimó con los autores de la Enciclopedia. Fue también  secretario de estado y presidente durante dos mandatos. Su interés por la educación le llevó a impulsar la creación de la Universidad de Virginia. Además, fue uno de los miembros de la primera oficina de patentes e impulsor de las leyes de patentes y de copyright de 1790, impulsado por su ambición de divulgar el conocimiento y la innovación.

Las primeras leyes sobre propiedad intelectual de EEUU  están marcados por la impronta de Jefferson. Para él, el conocimiento no es privado, sino que debe ser abierto y accesible a todo el mundo. La protección de las patentes tiene como base no la defensa de los intereses económicos de los inventores, sino, siguiendo el modelo británico, incentivar que nuevos productos e inventos estuviesen al alcance de los ciudadanos. Por ello batalló contra los "patent trolls", aquellos que, en vez de desarrollar sus patentes, se limitaban a litigar contra los que las usaban sacando mero partido económico.

Para Jefferson, la mera protección de las patentes y del copyright no garantiza por si sola el progreso de las ciencias y de las artes. Los derechos de propiedad intelectual  no son fines en si mismos, sino medios para el progreso de la sociedad. De hecho, Jefferson sostenía que el dominio público era crítico para la vitalidad intelectual de una sociedad "El dominio público es el lugar en el que el conocimiento es compartido, las ideas son puestas a prueba y refinadas, y donde empieza el proceso de transformar la teoría en aplicaciones prácticas que sostienen y mejoran la vida humana" dice Matsuura (p. 39).

La creación es protegida, en conclusión, en tanto es capaz de contribuir al conocimiento general de la sociedad. La información, el conocimiento, los derechos de propiedad intelectual y la innovación están interconectados: son necesarios para que exista una sociedad informada y cultivada que sea capaz, en consecuencia, de tener una vida política sana. La propiedad intelectual, en suma, está íntimamente conectada con la esfera política, es decir, con los intereses comunes, no sólo con el campo económico. La propiedad intelectual debe facilitar, por tanto, la educación, el conocimiento y la creación, no dificultarlas.

Jefferson demostró además una concepción bien moderna de la educación: el conocimiento no consiste sólo en la acumulación de saberes, sino también en adquirir "los métodos para dirigir investigaciones razonadas sobre asuntos importantes. Con estos métodos, los estudiantes estarán en condiciones de resolver los desafíos críticos que encontrarán a lo largo de su vida. La educación debe ir más allá del catálogo de hechos para proveer de las herramientas para examinar y resolver problemas prácticos" (p.46). Huelga decir que el método por antonomasia es el método hipotético deductivo que desde la Ilustración marca la ciencia moderna.

¿Como vería Jefferson el mundo hoy? El dominio público está siendo constantemente erosionado, la propiedad intelectual hace tiempo que dejó de hacer referencia a su función social y sólo se entiende como una forma de maximizar el beneficio, en una sociedad globalizada que ha convertido la cultura en un objeto más del mercado. La tecnología que ayuda a divulgar el conocimiento y la creación es demonizada precisamente en función del mero interés económico de los dueños de la propiedad intelectual, que ya no son los creadores sino las corporaciones. La propiedad intelectual ya no facilita la difusión del conocimiento y el arte, simplemente la entorpece.

Sirva una cita, recogida de Wikipedia,  para poner en valor la figura del presidente virginiano. Cuando el presidente John F. Kennedy dio la bienvenida a los 49º ganadores del Premio Nobel a la Casa Blanca en 1962 dijo, «Creo que esta es la colección más extraordinaria de talento y del saber humano que jamás se haya reunido en la Casa Blanca — con la posible excepción de cuando Thomas Jefferson cenaba solo»





4 de abril de 2012

Intenciones

 
 
Hace casi ya 10 años que leí mi tesis doctoral sobre los cambios de la industria cultural y del imaginario en la época de la movida. Desde entonces me ha interesado analizar el funcionamiento de la industria de la música. Cuando la música se hizo digital, pasé por todos y cada uno de los programas de P2P: Napster, Audiogalaxy, Limewire, Gnutella, Emule, Megaupload... Asistí con estupor a batallas sin sentido en nombre de los derechos de autor. Sentí la necesidad de saber más del tema si quería entender las lógicas de cada una de las partes y me matriculé en un máster de derecho de la propiedad intelectual. Ahí aprendí otra cosa: la ley es autista, ignora el saber acumulado por otras disciplinas. Nadie sabía nada de la historia del copyright, de la controversia sobre la figura del autor en la postmodernidad. Nadie había escuchado la palabra intertextualidad. Además, me aterró ver como  muchos especialistas  se agarraban a las lógicas de los viejos medios para entender (y, lo que es peor, legislar) sobre los nuevos.

Desde entonces, intento analizar el mundo de la música desde la confluencia de las tecnologías, las lógicas de creación y recepción y las leyes que pretenden regular ambas. Tecnología, cultura, derecho, música. Me interesa especialmente entender en qué consiste crear música hoy, cómo los géneros contemporáneos desafían a ese autor original,a ese creador romántico tocado por el genio. El creador, ahora, es un mezclador, un tipo que a veces recoge influencias y géneros y tradiciones, otras veces reúne fragmentos de canciones, otras transforma un tema de arriba abajo. Quiero escribir un libro sobre eso. Me estoy documentando. Este blog es una forma de ir poniendo en orden mis ideas y mis lecturas, y probablemente también una forma de reunir mis fuentes. Se admiten sugerencias, reclamaciones y explicaciones.