He visto naves más
allá de Orión. Un encuentro de la industria de la música que no parece un grupo
de terapia, una reunión en la que se habla del presente y del futuro pero que
se abre recordando el pasado, reconociendo que la aparición de cada nueva tecnología
ha cambiado el mercado y las profesiones de la cultura y, a la larga, ha
terminado generando ventajas para productores y consumidores.
Altafonte, el
distribuidor digital de referencia en España, explicaba a sus clientes por
donde van los tiros en la música digital. Primera máxima para encarar el
futuro: estamos al servicio de los artistas. Quizás este sea el gran cambio de
paradigma de nuestra era. Una discográfica, una distribuidora, un agregador,
son empresas que quieren hacer dinero, legítimamente. Pero también el artista
necesita llevarse su parte. Y es central no olvidar nunca que sin artista no
hay cadena de valor que valga.
No se puede
despreciar ningún mercado. ¿Alguien se acuerda de la moda de los politonos?
Pues en algunos lugares aún suponen entre el 10 y el 60% del mercado. ¿Ya no se
venden discos? Pero sin embargo se venden libro-discos, cajas recopilatorias,
conciertos en blue-ray.
Este es un mundo de
depredadores. Como lo era antes. Sólo que ahora el Tiranosaurio se llama Google
y no EMI. Es cierto que ellos se llevan siempre la parte más sabrosa del
pastel, pero una buena estrategia y un buen conocimiento hace que nuestra
empresa se lleve un trozo más grande posible. En Alemania crece poco el mercado
digital porque los editores decidieron no aceptar las reglas de juego de
Google: en consecuencia, el mercado digital es pequeño.
En un mundo de
cazadores, a veces la estrategia más inteligente es buscar espacios no
habitados. El ejemplo de Deezer es bueno: en vez de lanzarse a competir con
Spotify, abrió su servicio en los países donde los suecos aún no tenían
presencia. Y ofrece elementos que la competencia no tiene: contenido editorial
y una buena oferta local. Y no podemos olvidar que cada planeta tiene una
atmósfera distinta: el servicio de streaming funciona bien en Europa, donde no
parece importarnos demasiado poseer los contenidos y además queremos elegir lo
que escuchamos. Sin embargo, en EEUU parecen preferir sistemas como Pandora
(que actúa como enérgico presciptor) e I-tunes, de modo que se hacen con los
contenidos en sus discos duros. Y como los americanos se han acostumbrado a
comprar en Amazon hasta las cuchillas de afeitar, resulta fácil entender por
qué es una de sus sitios favoritos para comprar música.
No todos los
manjares caben en los mismos menús. Si tu disco tiene pocas canciones, pero muy
largas, es posible que Amazón te pague mucho menos que I-tunes, ya que sus
tramos de precios son menos, y el resultado es que valora el disco en función
del número de cortes. ¿Qué hacer? No obsesionarse por pescar en todos los
caladeros. Quizás ese disco sólo deba estar en los sites que pagan
razonablemente; tenerlo en sitios que paguen menos supone dar opciones al
comprador de actuar contra nuestra propia ganancia.
Solo queda esperar que
esta sabiduría no se pierda como lágrimas en la lluvia.
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