El día 28 de octubre se presentó en la Sala
Berlanga el Anuario SGAE 2013, que sigue siendo sin duda la radiografía más
precisa del sector de la cultura española. Como ya han pasado varios días y se
han publicado un buen montón de reseñas de la jornada, titulada El sector
cultural a debate, voy a limitarme a señalar algunas cuestiones que me han
llamado la atención, tanto entre los datos como en las opiniones vertidas en el
encuentro.
Francisco Galindo señaló, al presentar el
anuario, que buena parte de la crisis de la cultura viene por la desaparición
del sector público. Hemos pasado de tener una cultura que dependía de los
poderes públicos (con todos los problemas de caciquismo y nepotismo que esto
implica) a ver que las instituciones se hacen a un lado y, por supuesto, el
sector privado no cubre el hueco. Las instituciones públicas no sólo han dejado
de ser productoras de cultura, sino que también han dejado de ser consumidoras:
no es que se hayan acabado las subvenciones, sino que se han acabado los
espectáculos financiados. Los liberales estarán felices: es una perversión financiar
la cultura, debe ser el mercado el que establezca qué cosas interesan y cuáles
no.
Pero lo bueno de los informes es que permiten
cruzar datos y sacar conclusiones que no son evidentes. Resulta que el 78% del
consumo de artes escénicas se realiza en Madrid y Barcelona. Es decir, que el
resto de España se reparte un 22% de obras de teatro, danza, opera… Es decir,
no hay mercados locales. Si el Estado sigue en esta línea de abandonar el
sector a su suerte, está condenando a la mayoría de los españoles a la
incultura.
Sin embargo, no es del todo exacto decir que
el Estado no se preocupa de la cultura. Desde que se ha implantado el 21% de
IVA en la cultura, es el Estado quien se lleva la parte del león de la
recaudación de cualquier espectáculo, como bien ha explicado Juan Puchades en EFE EME.
Con esta ampliación del IVA se ha
recaudado un 6% más por espectáculos, pero se ha dejado de recaudar un 9%,
debido a que muchos proyectos no se han llegado a realizar debido al aumento de
costes. Y no hablemos de los problemas sociales y presupuestarios que está
causando la inacción pública: empresas que cierran, recortes de plantillas… Y
no hablamos sólo de artistas: si se deja de programas exposiciones dejan de
ganar dinero los transportistas, los montadores, la compañía de seguros, el que
fabrica los marcos, la gente de la limpieza, los gestores culturales y, si, el
fotógrafo.
Nuevas formas de autoría sin hueco en la ley
Rafael Sánchez Aristi hizo un breve repaso a
los cambios que se avecinan en la Ley de Propiedad Intelectual. De forma
interesante, afirmó que sería importante saber quiénes son los actores sociales
que están impulsando determinados cambios en la ley, quienes hacen aportaciones
en el proceso de exposición pública, a quienes escuchan los diputados… Creo
recordar que hace poco se aprobó una Ley de Transparencia que no parece que
vaya a frenar el juego de los lobbys.
En la sesión dedicada a la propiedad
intelectual estuvo permanentemente presente, como una sombra, el desafio que
supone para la conceptualización clásica de la propiedad intelectual lo que se
ha dado en llamar “contendios generados por los usuarios”. Mientras que Patrich
Ager, de la European Composers and Songwriters Alliance, defendió la necesidad
de recuperar la narrativa de que el copyright es un estímulo a la creación,
Sánchez Aristi reconoció que las reformas de la ley actual no van en la línea de
incorporar las nuevas formas de creación surgidas en la web. Aunque matizó que
la etiqueta “contenido generado por el usuario” es aún confusa, abarca tanto la
mera subida de una canción a YouTube como un video casero que usa fragmentos de
canciones o películas de las que el usuario no es derechohabiente.
La actual situación está generando situaciones
paradójicas, como la de Tay Zonday, uno de esos chavales anónimos que de
repente se convierten en estrellas de la red, después de que más de 80 millones
de personas hayan visto su tema Chocolate rain. En este caso, pone en diálogo
su gravísima voz con el Call me maybe de Carly Rae Jepsen (una de las canciones
más versionadas en los últimos años): sus 5.774.000 visitas en YouTube están
generando regalías a Universal mediante su acuerdo con YouTube, pero el chaval
no se está llevando nada por la misma razón: no tiene fuerza negociadora con
YouTube.
Una pregunta incómoda
¿Dónde están los autores jóvenes cuando se debate sobre el sector de la cultura? En esta jornada escuchamos a Fermín Cabal, Mercedes Ferer, David Campillo, Alex de la Nuez... que no son, precisamente, recién llegados. ¿Es que la crisis se los ha llevado a todos por delante? ¿Es que las prácticas institucionales no les dan espacio? Sea la que sea la respuesta, creo que sería sano que se escuche más diversidad de voces entre los creadores.
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